Para el Lobo Guerra
Blanco
para patadas el lobo,
arquea
su cintura en la estepa,
chorrea
en su costado una certeza: burlar una vez más esa defensa.
Frena,
mira hacia un lugar y hacia otro.
Patea,
no, la vuelve a traer cual polea.
Arranca
y frena, otra vez regatea, al aire,
pues
la pelota espera en el amague,
una
nueva pisada.
Mientras,
Caracas enmudece su miseria
y
se encanta con una pared
que
ésta vez el lobo
devuelve
con la cadera.
El Lobo Guerra (18) a punto de cometer una gloriosa picada al arquero.
Fotografía de Noel Langone.
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